Wednesday, December 27, 2006

Una canción más en el soundtrack.-


Llegando de una larga caminata, me lancé sobre el computador para escribir las palabras que pasan juntas y desordenadas en mi cabeza. Los dedos se me enredan un poco, y el reloj adelantado de windows me dice que son las cuatro de la mañana. No le creo.

El tiempo vuela, y recién me doy cuenta que mi calendario está atrasado. Aún me siento como en noviembre, y todavía no entiendo bien cómo es eso de pasar a cuarto medio. Me asusto. Ver como todos meten los recuerdos en maletas para revisarlos tranquilamente en algún lugar seguro. Eso también lo hago yo; el recuento del año, el analizar cada pista musical de sólo un pedazo del soundtrack de mi vida.

Aquí hay polvo y telarañas, entre medio de cuadernos fuera de la órbita escolar y tapas rayadas con corazones y nombres que no se olvidan. Carpetas aquí y allá, con una gran cantidad de rojos en matemáticas y ensayos de PSU jamás terminados. Entre tanto documentos están mis poemas mentales que no sirven ni para trancar la puerta, pero que –en algún momento- me parecían hermosos. No es fácil para nadie recoger toda la infornografía derramada en los sitios por los que se caminó. Es algo así como un puzzle de mil piezas, de las que sólo encontramos cuarenta. ¿Dónde pongo ese ramito de palabras lindas? ¿Dónde están las cartas de (des)amor que estaban bajo la cama? ¿Dónde quedaron mis paños de lágrimas y las risas desconfiadas?

Di un giro (otro más), y abandoné a hartas personas y cosas. Sería feo decir “chao, año de mierda” o maldecir a quienes no siempre me entendieron; parecido a que te inviten a comer, y no des las gracias o no te insinúes a llevar la ensalada de tomate con lechuga. Uno va creciendo –creo yo y las enciclopedia gigantes de biología- y adquiriendo pequeñas herramienta que reforman a la esencia mutable. No retrocederé para recoger las plumas que boté por orden del tiempo, el mismo que luego me regala unas nuevas.

Aquí voy a esperar el nuevo año, contando los dólares que llevaré a mi gira de estudio e intentando hacer algo con mi pelo teñido azul, que se ve verde y que comienza a ponerse rubio. Estas fechas son tristes, pero sirven tanto para dejar atrás los rencores que se arrastraron durante el año. En vez de pagar un psicólogo o una sesión de yoga, espero hasta el último día del año. Este treintaiuno, tendré mi pendrive cargado con música bien bonita, para ver la función de fuegos artificiales que nunca les resulta allá en la playa con mis veinte canciones favoritas. Me voy a reír harto.-

Sunday, December 24, 2006

Vísperas con Bliss.-


Hoy almorcé arroz con palta y tomate. Tengo un pijama de oso puesto. No le he comprado regalos a absolutamente nadie. Mi papá hace un año exacto que no vive aquí. Mi mamá está durmiendo porque tomamos “cooler” juntos a la hora de almuerzo y le produjo sueño. Mi hermano anda vendiendo los panes de pascua que él mismo hizo. Mi árbol de pascua -que tiene de vida útil casi mi edad- sin guirnaldas ni estrellas ni vuelitos brillantes; sólo unos cuantos adornos. Bajo el árbol, cuatro regalos: uno es para mí y lo manda mi padre... cremas para afeitar y “after shave”.

Lo de hoy en la noche: ir a la casa de la familia de mi mamá y pasar un buen rato. Claro, algunas criticas recibiré por el teñido rasca que me hice en el pelo, pero no me importa; a mí me gusta. Y sí, hoy es una Navidad diferente a las de los otros años; el árbol de pascua no se está cayendo por el peso de los adornos y bajo él no hay enormes cajas forradas en papel dorado. Tampoco me duché a las ocho de la mañana para ir a comprar regalos a algún centro comercial barato. Estoy sentado frente al computador, fumando un cigarro imaginario y escuchando una canción de Tori Amos llamada Bliss.

Por alguna razón siento que estas vísperas navideñas han sido las mejores de toda mi vida.
Les deseo una muy feliz Navidad a todos.

Saturday, December 23, 2006

“El final (des)esperado” / Cortémonos las venas


Aquí dentro es todo como bien metafórico. No sé si me entiendes, pero siento la necesidad de hablarte de una manera más compleja, aunque yo sé que tú me entenderías igual. Es algo bien extraño y me da vergüenza decírtelo, pero también me gusta, porque suena bonito. Cuando te veo se me sale el corazón por la boca, él se acelera, como si quisiera escapar. Él me contó un día que eso era normal y que se había enamorado de ti. Yo lo entiendo, al fin y al cabo es mi corazón el que dice estas cosas. ¿Qué más quieres que te diga?, yo he sufrido por amor, eso te lo aseguro. Muchas veces he llorado porque no me he enamorado de la persona correcta. Dicen que no hay amor si no se sufre, por lo mismo nunca he cuestionado la honestidad de mis sentimientos, ni la de los sentimientos de los demás. No soy capaz de juzgar a nadie, esa es la verdad, y menos a ti.

Dime; ¿a veces no te dan ganas de abrazarme muy fuerte y quedarte así muchas horas seguidas?. A mí sí me dan ganas, pero siempre me pregunto si tú de verdad disfrutarías algo así. ¿Sabes? no me molestaría desperdiciar un abrazo en caso de que no te llegase a gustar, y no haría falta que me lo devolvieras. Quiero entregar(te) amor, invitarte a mi casa y cocinarte fideos; no siempre me quedan muy bien, pero con salsa quedarían más ricos y nos reiríamos juntos. Y si no me crees aún con todo lo que te he dicho, ven y dame un beso; sé que con eso será más que suficiente.

Me da un poco de risa; yo me imagino los finales de las películas románticas, pero con ambos como protagonistas. Tú llegas y bebes del veneno de mi boca. Tú me cobijas antes de hundirme en el agua congelada. Tú estás allá arriba cuando yo quiero escalar la gran torre sólo para verte a ti. ¿Te das cuenta?, parece como si me estuviera volviendo loco de amor por ti.

No tienes idea de cuántas horas al día utilizo pensando en ti, en tu voz y en tus palabras dulces. A veces pongo mis discos de Alanis Morissette para sentirme más a gusto en este lugar tan frío y oscuro, pero no siempre me sirven. Yo te necesito a ti. A ti y a tus besos. No estoy dispuesto a aprender a vivir sin ti, a asumir este frío intenso dentro de mí o vivir siempre en esta oscuridad. Cada vez que pienso en ti es una esperanza más, un grano de arena que acrecienta mis enormes playas de fe y esperanza. Y óyeme, soy optimista y te voy a esperar aquí sentado, llueva o truene, yo voy a estar aquí esperando a que golpees esa puerta y me abraces hasta hacerme sentir lleno. Aquí voy a estar toda la eternidad si es necesario y nadie, absolutamente nadie, me va a mover de aquí. Sé que vas a llegar, sólo debo tener paciencia y esperar(te).-

Thursday, December 21, 2006

Podría ser más simple.-


¿Qué podría ser un día cualquiera para mí?. No precisamente acostarme a oír programas radiales de la Patty Maldonado y la Raquel Argandoña. Podría ser fuera o dentro de casa, dependiendo el clima que haya, y claro, también de las personas que levanten el auricular de su teléfono y me digan “¿qué vai a hacer hoy?”.

Pienso que -de vez en cuando- es rico quedarse metido en la casa tomando café y viendo alguna película pirata o Sábado Gigante, mientras pienso en cuántos pelos hay en mi cabeza. No soy mucho de quedarme encerrado y sin fumar, pero están esos días para reflexionar y deprimirse comiendo como vaca. Lo más gracioso es que, a veces, deprimirse enclaustrado y devorando todo lo que pillo a mi paso me resulta bastante entretenido y productivo. Se disfruta en invierno ver a través de la ventana como la neblina consume todo y la luna comienza a bajar tipo cinco de la tarde. Y también eso de ducharse y ponerse ropa linda, para terminar deseando que nadie llame por teléfono para hacer una invitación (a las que casi nunca puedo decir que no), porque prefiero meterme en la cama con cincuenta kilos de frazadas y otros cincuenta de grasa interna. También están las bandas sonoras de películas, que deprimen más que un capítulo de Abigaíl o Esmeralda.

Es extraño, pero a veces me siento un Amelie cualquiera, aunque ni tanto. Eso de las “mañas” me resulta tan fascinante y llamativo. Perder el tiempo en prepararme para hacer algo que -finalmente- nunca haré, puede ser realmente un panorama. Ahí está el punto, en lo sencillo que podría resultar la vida en ocasiones. Uno busca la felicidad en esas cosas que brillan y que cuestan más de mil pesos, y que terminan botadas en el patio de atrás. No soy quien para mandarme un discurso de lo genial que puede resultar la vida con cosas pequeñas, porque siempre he sido bien materialista-consumista, pero creo que en algunos momentos no está de más darse un gusto con las huevadas más sencillas que están frente a nosotros. No nos va a cambiar el mundo mirar la lluvia mientras tomamos café Líder o hacemos cisnes de algodón, pero sí implica un momento diferente, entretenido y económico.

Siendo bien sincero, jamás dejaría las cosas materiales de lado para ir a vivir al bosque, mientras cazo moscas y me peino la barba de tres metros, pero como escribí recién, los lujos no siempre van en lo material.

Es un hecho, no sé bien cual es el objetivo de este escrito, que es más típico que zapatilla Converse; yo lo llamaría una reflexión repetida, pero real.

Sunday, November 12, 2006

A dos pasos de las guirnaldas.-


Le temo a estas fechas. Cayó noviembre sobre mi espalda arqueada y con lumbago, luego de sutiles caminatas por la ciudad de Santiago en un viaje rápido al cumpleaños de una amiga. Y como me envolvieron las bufandas y paraguas hace unos meses, ahora me envuelve ese olor navideño tan característico de las fechas; una mezcla rara entre papel vinílico y árboles de pascua artificiales/inflamables del persa. No es que me desesperen estos meses finales, sólo me vuelven un poco loco. Es que no es fácil estar metido entre pruebas finales, festivales de la canción, preparativos de gira de estudio y, claro, sobrevivir a todo esto con tres mil pesos a la semana.

Ando arrastrando fe como enormes velos nacientes de mi cabeza, creyendo que a final de año me van a decir “te dio promedio seis final”. Me imagino recordando el día en que me habrían dicho que me fue muy bien en tercero medio y que yo, en un arrebato, me puse a llorar e invité a mis amigas a tomar helado a algún local de mala muerte. Así es la vida, puras ilusiones que quedan botadas en basurales quemados por el sol primaveral. No, no vayan a creer que estoy triste, pero estas fechas son así, tiempos de hacer recopilaciones de recuerdos, un ramillete de nomeolvides, de crear un cede con todas las canciones que marcaron las noches cebollentas del año.

Quiero que sea quince de diciembre para hacer como que guardo mi ropa de invierno (pero no, porque no tengo tanta ropa como para darme esos lujos), para decirle a mi mamá que me dio promedio cuatro en matemáticas, para dejar de tomar pastillas para la concentración y para dormir bien (todo natural), para salir de mi casa sin pensar en el libro de mierda de la historia de Chile que escribió alguna momia millonaria.

Con toda sinceridad, no creo que actualice mi blog hasta haber salido de clases, ando poco inspirado, desganado y con ganas de acostarme a ver musicales antiguos y comerciales chocantes de la Teletón. Ahora viene lo más difícil, cuando me meten pruebas finales hasta por las orejas, esas semanas complicadas en las que hago pataletas sobreactuadas y barrocas para sentirme como de teleserie. Quiero que mi blog se vea bien, ordenado, actualizado, y me alegra saber que para eso no queda tanto.

Sunday, October 01, 2006

Llévese su dieciocho.-


Las brasas de las parrillas comienzan a apagarse lentamente, dejando en el aire un eco inolvidable y nostálgico, con olor a madera quemada. La señora que se tiñe el pelo con tintura Ilicit del almacén de la esquina. Esa señora que se compró la mejor ropa en su última visita al Vintage (a la American Roup) apolillado y perfumado con naftalina, todo por poder ir bien vestida a la Pampilla coquimbana. Es esa señora la que ahora comienza a echar sus maletas en la parte de arriba de la micro que, a duras penas, la llevará de regreso a su casa, donde la espera su kiltro desnutrido, prediciendo ya el banquete que se dará con los vestigios del dieciocho. Ver como bajan las banderitas chilenas, intentando flamear desesperadamente, queriendo lucir su noble y sencilla estrella por última vez. Sí, ya hay que despedirse del dieciocho, la fecha que todos los chilenos celebran, muchos sin saber por qué razón.

Y el Ivo dice “al fin terminó”. No me tilden de poco patriótico o de monstruo sin sentimientos, ni de ninguno de esos términos sacados de la fonda de las empanadas de gato. Encuentro bonita la parafernalia dieciochera, que se recuerde con orgullo parte importante de nuestro pasado, el choripan humeante con jugo de carne y una cucharada de pebre humectando la piel láctea del pan. Lo que me carga a mí son los excesos, el desequilibrio, la vulgaridad, los siete vasos de chicha avinagrada al hilo, las reinas de las pampillas y fondas, moviéndose suculentamente al ritmo del Reggaetón (muy patriótico), luciendo los ínfimos hilos dentales que intentan esconderse en sus traseros, por pura timidez de que el público los mime.

Yo también tengo mi lado chabacanoso, pero debo reconocer que me molesta cuando lo chabacano-divertido, pasa a ser ordinario y vulgar.

No me cuesta aceptar que la semana pasada visité la Pampilla, con cierta ilusión media amarga-nostálgica de recordar mis paseos de infante en aquellos lugares llenos de tierra suspendida en los aires dieciocheros. Yo, visitando la Pampilla, ese terreno baldío con pretensiones de Patronato. Y sí, predecía ya el show que tendría que ver esa noche; las reinas de la Pampilla, maniquíes sin ropa siendo vistas por viejos verdes en estado terminal. También estarían Los Tres, al parecer lo único bueno de la noche (y que no me emocionaba mucho). Bueno, empezó el show de las reinas y mis nauseas salían a flote. Una combinación de vergüenza ajena, asco y lástima, porque era tan patético que ni yo podía creerlo. Una Viví habloando así como en pourtuguess baratiño, la ex-chica de grupo fallidonuncafue AXE revolcándose en una bandera chilena al revés. También estaba la ordinaria de la Pamela Díaz, que con dos tipas que nadie en su puta vida ha visto, hicieron un intento de show lesbico a lo muy Madonna, Aguilera&Spears, pero versión ABAJODELACRUZDELTERCERMILENIOQUEHIZOELSACODEHUEASDELALCADEDE
COQUIMBOSACANDOLEPLATAALAGENTEPOBREDELAPARTEALTA.
Me dio un poquito de pena la puesta en escena, que ni siquiera rozaba lo vulgar, porque llegaba a ser soez y ordinario.

Pero el premio mayor de los Ivo-aguards, se lo doy a Yamna Lobos. Lució un hermoso bikini de pelushe rosado al ritmo de un reggaetón fino y dulce, una pieza muy sutil. Lo mejor de todo fueron los pasos de baile, dignos de una leidi, que hizo la Yamnita. Una simulación de sexo oral que me dejó sorprendido, además, las expresiones que hacía con su bello rostro, caras de orgasmo múltiple que mató a muchos viejos de un infarto. En algún momento pensé en Linda Blair protagonizando El Exorcista.

Visitar Pampilla 2006 me sirvió para conocer un poco más de lo terrible que puede ser la vida. No fue tan malo, me reí harto con el séquito de pungas moviendo el poto sin pudor alguno, pero definitivamente no lo tolero demasiado.

Saturday, August 26, 2006

No he cambiado.-

Como te iba diciendo, esta niñita vivía cerca de la periferia. No era para nada tonta, o sea la galla sabía hablar bien y yo siempre supe que era media trepadora. Es que es difícil esto de contratar a gente así como empleada, si yo te digo, a mí me daba mala espina, algo tenía esta huevona. La cuestión es que mi papá la contrató igual para que trabajara en la casa, a pesar de todo lo que le advertí. No, si no se trata de ser prejuicioso, pero entiéndeme tú también; algo tenía en los ojos que me daba un pánico horrendo. Al final la fulaneca esta se hizo bien amiga de mi papá. Imagínate a mi padre conversando con la nana, qué rabia me daba, y más aún cuando almorzaba en la mesa con nosotros. ¿Desde cuándo? Por favor, la servidumbre siempre ha almorzado en la cocina y esta china terminó almorzando con nosotros. Ahí partió todo. Nana puertas adentro. La miraban como a una hija. No es que yo me pusiera celoso, cómo se te ocurre, pero me molestaba que ella estuviera en mi casa. Pásame otro cigarro, por favor. ¡ay, mujer, no seas exagerada!, ¡quién va a chocar por dios!. Sigue manejando no mas, no seas así. Bueno, como te contaba, a mí me tinca que la tipeja se acostaba con mi papá y en mi propia casa. Mi mamá harto huevona también; yo creo que se hacía la ciega. Así fue como supuestamente descubrieron sus dotes artísticos y la mandaron a estudiar a la Chile, Periodismo. China patuda de mierda. El saco de huevas de mi papá al tiro la puso a prueba en su revista y la huevona pegó. ¿Y cómo no iba a hacerse conocida la rasca esta? A los chilenos les encantan los personajes bien rotos como ellos. Mira, sí sé que soy chileno, pero bien sabes que yo tengo otros orígenes, y tú igual pues, así que no te hagas la tonta. Oye, bien lindos tus Levi´s. ¿Escuchaste el nuevo disco de Telepop Musik?.

Estos semáforos de mierda, están muy mal ubicados. Dame un cigarro, por favor. ¡Déjate de exagerar!, ¡Estamos en luz roja, no vas a chocar con nadie, mujer!. Pero sigue escuchándome, si aquí no acaba la historia. Mi ex-nana después de sacar Periodismo dejó de trabajar en mi casa y no se apareció nunca más. De la revista de mi papá también se salió y se puso a trabajar en un diario comunista horroroso. Mis padres casi entran en depresión porque su “hijita” los había abandonado. Yo me reía no mas. Cuántas veces les dije que algo tenía esa picante. Mientras yo sacaba mi cuarto medio en ese colegio de mierda, mis padres la intentaban ubicar para hablarle y, si era necesario, hacer una terapia de familia. Olvídate, yo con esa rotita no iba ni a misa. Oye, deja de decir eso, no te pongas rota tú también. Cualquiera creería que estás del lado de la nana. Mínimo que me apoyes a mí, no puedes ser tan mala clase.

Mira, cuando yo entré a estudiar Periodismo unos años después, mi papá nunca me ofreció participar de su revista. Para mí que se le contagió lo roteque de la empleada. Yo Siempre he dicho que la gente como nosotros debe convivir sólo con sus semejantes. Igual voy a sacar la carrera y pienso crear mi propia revista sólo para hacerle la guerra a mi padre. Cuando quede en la quiebra se va a tener que ir a vivir a la casa de la empleada en la Pincoya. Aunque no creo; con lo arribista y trepadora que se puso la china, posiblemente ahora es mi vecina. Mira, si tirando el poto a la chuña demás terminó viviendo de Plaza Italia para arriba. ¿Es que tú no entiendes? No es envidia, a mí la negra me da lo mismo, pero me preocupan mis padres. No reaccionan aún, no se dan cuenta que los usaron.

Con gente como tú este país no va a llegar a ninguna parte. Te apuesto que hasta votaste por la Bachelet. Disculpa que te lo diga, pero con todo lo que me estás diciendo ya pareces comunacha. Pero si es verdad, no lo puedes negar. Oye, ¿ya estamos cerca o no?. Sigue manejando, no creo que falte demasiado. ¿Quedan cigarros?. ¿Dónde dejé el encendedor?. No, no me digas eso, no tienes derecho. Tú no puedes opinar nada, tú no has estado aquí. No siento que haya cambiado, todo sigue igual que hace ocho años, cuando aún éramos amigos. Yo creo que tú cambiaste, y para mal. Te invité a comer para que habláramos de la vida, de los cambios, pero no sé, no te puedo obligar tampoco. Ya, discúlpame, a veces se me pasa la mano, pero necesito que alguien se ponga en mi lugar, que me entienda.


Te dije que te iba a gustar acá, regio todo. Sí, tráiganos dos botellas de brandi. No, si no tomo tanto, pero somos dos, quizás hasta falte, pero no te preocupes, yo invito. Pero no me digas más eso, por favor. Yo no he cambiado, entiende de una vez, yo no he cambiado. Huevona, ¿estaba rico o no?. ¿Y tú crees que la empleada se iba a dar estos lujos sin haber conocido a mi familia?. Señor, traiga más brandi, por favor. ¿Te tinca un wisky?.

Oye, linda, no has tomado nada, acompáñame. ¿Quieres un cigarro?. No, no he cambiado, deja esa idea atrás. ¡No he cambiado!. ¿Por qué me torturas con eso?. Yo no he cambiado, a mí me cambió este país de mierda.-

Thursday, July 27, 2006

El viaje a Santiago. Primera parte: “Yo no presto servicios sexuales”.



Mátenme si quieren, pero puse Björk para amenizar este momento. Mis dedos desean escribir y se mueven algo nerviosos sobre este teclado sucio y corroído por el tiempo maldito que me ha jugado en contra. Eso da igual. Narraré parte de mis “aventuras” en Santiago ( por favor, que no suene a Las aventuras de Huckleberry Finn o a Crónica de pre-puber que salió de la casita en la pradera) y de aquellos eventos que me dejaron ciertas secuelas mentales, que arrastraré hasta el día de mi boda que nunca será. Bah.

Salí de vacaciones el viernes catorce del presente, un poco después de dar una prueba de Matemáticas que casi me produce un derrame cerebral y diversas jaquecas (heredadas- gracias madre). Pues el famoso viaje de Ivo ya era pan de cada día para mis amistades y, creo yo, ya habían comenzado a taparse los oídos disimuladamente cuando hablaba de la capital y que me estaba faltando plata para el viaje (al leer plata, deben ser acentuadas ambas sílabas, para que suene grotesco, tosco, atrevido). Por lo anteriormente mencionado, partí a toda velocidad a la capital ese mismo día en la noche, en un bus semicama bastante decente y con la grata compañía de una niña pseudo-muda, que me hacían pensar en el pequeño de la película “El Resplandor” (música tiruriru.). Llegué el sábado a las seis de la mañana y no se imaginan la travesía que resultó para mí hacer transbordo en el metro sin la compañía de alguien que me asesorara, y más una maleta con ruedas, dos bolsos y un “mapa” con todas las estaciones de metro. Me imaginé por un segundo que no era yo, sino uno de los transeúntes que andaban por ahí a esas horas y que podían ver la escena que yoprotagonizaba, y concluyo que tiene que haber resultado gracioso; para qué hablar de mis pequeñas ojeras y la belleza natural de mi pelo.

Llegar a La Florida no fue difícil, a pesar de que me bajé del metro dos estaciones antes de lo estimado y que aún estaba algo oscuro. Yo miraba a la gente con cara de “por favor no me asalte”. Llegué al hermoso condominio de mi primo, y el portero o como quieran llamarle me hizo un cuestionario bastante extenso, llamó a mi primo a su departamento y lo despertó para comprobar si en verdad me estaban esperando y me podía dejar pasar. Por último insinuó que el nombre que yo le había dado era de mentira y que mis reales intenciones eran espiar a alguno de los vecinos y asesinarlo, y que quien organizaba toda esta táctica de guerra era el mismísimo James Bond; créame, las ganas de decirle “mejor vaya a una clínica a operarse su hermosa nariz quebrada” no me faltaron.

Lo demás fueron detalles que quizás algún día les narre ( si es que ya no lo hice). Pues bien, tenía libertades en el departamento de mi primo y su esposa, ellos me dejaban salir y me pasaron llaves, siempre y cuando yo me cuidara bien y los llamara en caso de emergencia. Así fue como comencé a salir solo por las calles de Santiago y aprendí a ubicarme con las estaciones de metro. No fue tan difícil, aunque intento no imaginarme mi cara de desorientación al salir de cada estación. Sí, sé que muchos de ustedes anhelan leer lo que viene a continuación y que también algunos se saben de memoria esta historia y simplemente van a hacer como que ya leyeron esto, aunque resulte ser una verdadera mentira. Yo esperaba feliz en el parque forestal a un amigo que se demoraba un poco más de la cuenta y mis dedos eran devorados sin ningún escrúpulo por mi boca enfermiza. En ese momento en mi cabeza sonaba la música de Tiburón, y también se veía el afiche promocional de la película “Pirañas asesinas”, que probablemente en su tiempo fue una pieza de oro más que valorada y que incluso se le tiene que haber descubierto cierta influencia Spielberg al director. La cuestión es que un obeso enorme (enorme, no estoy exagerando como suelo hacerlo siempre), con su pelo crespo negro como el azabache y con ropa de marca probablemente (ojalá esto no parezca un poema de Gabriela Mistral) se me acercó y me empezó a preguntar si yo era fotógrafo o si me gustaba sacar fotos. Según él, era un famoso publicista que necesitaba con suma urgencia un fotógrafo –un domingo por la mañana-. No sé cómo, pero mis ojos brillaron al oír la palabra fotografía y de alguna manera terminé acompañándolo a comprar cigarros a orillas del Cerro San Cristóbal. Ahí fue cuando empezó lo malo, ya que su interés por mi sexualidad comenzó a ser un tanto evidente y me preguntaba todo tipo de cosas, que no hace falta que les redacte. Ah, claro, el tipejo me quería invitar a almorzar, también me invitó a su departamento y me preguntó que qué haríamos si él me pagara cuatrocientos mil pesos por algún tipo de servicio sexual. Aquí es en donde yo me detengo y me pregunto si en verdad me visto como una meretriz o algo por el estilo. ¿Soy muy sugerente o acaso tengo cara de “cobro lo que sea y le hago lo que quiera”?. Caballero, por dios entienda que yo no presto ese tipo de servicios y que mi casa no es de remolienda. Lea mis labios, entienda, soy V I R G E N y sinceramente no perderé mi castidad con usted precisamente. Al final, el susodicho comprendió que yo no estaba dispuesto a nada, ni siquiera a acompañarlo a jugar pool con sus amiguis homosexuales juguetones. A mí parecer, pienso que terminó por entender el mensaje por mi expresión para nada notoria de desinterés que tuve que fingir en ese momento (mi verdadera expresión era de terror, pánico, de -sáquenme a este jabalí de encima-). Me anunció que se tenía que ir a almorzar /sí, anda a comer, puerco asqueroso, sigue poniéndote obeso/ y lo único que faltaba era que se quisiera despedir de mí con un cariñoso, atento, sutil y afectuoso abrazo, como buenos amigos que éramos; afortunadamente no sucedió; eso hubiera sido la guinda de la torta.

Después de esta media hora de pánico, corrí por los limpios senderos del parque forestal a sentarme en una banca alejada del sitio. Se me acercó otro tipo y juro que si hubiera tenido una pistola a mano, le disparo. Me pasó un diario cuyo nombre se me quedó en mi memoria santiaguina y me empezó a dar una charla sobre lugares culturales de la capital. Luego de esto me dijo – si usted desea da propina- y se quedó parado frente a mí más de un minuto, mirando fijamente mi bolso roñoso. Entendí el mensaje claramente y le di sesenta pesos diciéndole -¿te sirven?-. Abrió la mano y recibió las monedas con disgusto. Poco me importó la verdad, porque miré para atrás y por un milisegundo me imaginé que el obeso estaba tras la banca con un fardo de billetes en una mano y golpeándolos contra la otra y con una sonrisa macabra, digna de película de terror. Me paré cuidadosamente y corrí a ocultarme en el museo Bellas Artes por más de una hora, cuidando por mi integridad física (y mental) y mirando las horrorosas esculturas que habían en el primer piso. Recién cuando sonó mi celular y mi amigo me avisaba que ya estaba llegando, me atreví a salir del museo que me salvó la vida, o al menos de que sufriera un ataque de ansiedad.

Friday, June 09, 2006

Quiero ser depresivo.-


Cuando hablo de este tema, me dan ganas de volverlo tabú por su ridiculez, su grado de ridiculez. Pero en esta ocasión me referiré a él, porque -hasta cierto punto- hace mi vida más entretenida.

Sí, yo he salido de mi casa y conozco a los seres que habitan mi ciudad. Yo he tenido la mala suerte de encontrarme con verdaderos mimos caminando por el mundo. Yo he visto esos vestidos llenos de vuelitos, encajes, "tul", parches, y todo esto pintado de negro, que me han dejado con traumas de por vida. Yo he escuchado los pseudo-dramas de estos seres patéticos que tienen la osadía de poner un pie en la calle. Los observo con un poco de lástima y no puedo negar que me causan cierta pena. No puedo creer que haya gente que se invente problemas para que algún día sean depresivos (o al menos parezcan) y que se pasean por la vida con una expresión digna de teleserie Televisa (“El alma no tiene color”, “María la del barrio”, “Abigaíl”, entre otras). Es decir, está bien que existan modas y que la gente quiera estar en la cima de la originalidad (aunque en el fondo a nadie le resulte) y que deseen que todo el mundo les diga “oh, sí, eres tan genial”, pero hay límites y estos fueron cruzados. ¿Cómo es posible que los seres humanos sean capaces de inventarse enfermedades, problemas y dramas de segunda mano para así estar a la moda?.

Claro, yo tampoco puedo decir mucho sobre las modas, ya que más de alguna vez me he dirigido a un “mall” (mol*) y me he comprado camisas y pantalones que han estado en los últimos desfiles de Viena (eso lo acabo de inventar). Pero hay cosas que nadie debería hacer y que, a pesar de eso, he tenido que verlas. Los pseudo-gotikos que, por esas cosas de la vida, se les sube casualmente una manga, dejando ver horribles cortes que se hicieron mientras escuchaban Lacrimosa. Y para qué decir los geniales teatros que montan si les preguntas que les pasó. Y hay diferentes funciones y completamente gratis:

a) Te cuentan sus tristes vidas recién creadas para que sientas un poco de pena y comprendas las horribles situaciones por las que están pasando. Obvio, si sus padres se separaron hace ocho años y le comenzó a afectar inmensamente cuando se compraron una muñequera de cuero negro o un traje largo (negro, para variar). También te pueden contar como se desahogan escuchando temas de Nightwish mientras con un cuchillo mantequillero intentan cortarse las venas, pero no les resulta y ahora sólo desean morir para no alargar más sus vidas infames.

b) En el momento en que les preguntas, ocultan sus heridas tenebrosas y macabras (y de paso, también esconden los intentos de estigmas que se hicieron la semana pasada) y te dicen “no, nada, no me pasó nada”.

Esta gente me da como arcada a veces, pero también hacen más lúdica mi existencia en esta tierra. No tengo el Canal de las Estrellas para poder ver teleseries mexicanas o venezolanas, pero estos teatritos que montan me encantan y hasta podrían reemplazar a una historia de Thalia. Son fascinantes y me hace feliz escucharlos decir “es que tengo depresión”.

No critico a las modas y gustos personales, sólo critico a las personas que no tienen idea de nada y que , por ignorancia, le cuentan a todo el mundo sus vidas tristes dentro del monopolio que los convirtió en lo que son. De cualquier forma, no me gustaría que dejaran de existir, porque sus mentes vacías alimentan a la mía, que intenta llenarse.-

Saturday, May 20, 2006

Me tiro de un sexto* piso.-


¡Un libro, huevones, un libro!. Era jueves en la tarde y llegaba a mi casa en estado zombie, luego de dos horas de clases particulares de Matemáticas y una divertida jornada completa en un colegio donde las cosas no suelen ser muy sencillas. Con mi “locherito” (odio esa palabra) en mano y con un olor a cigarro.insoportable, golpeé la puerta y casi se me desarmó la mano. Cuando se abrió, lo primero que vi fue a una mujer con una sonrisa de oreja a oreja que hacía harta parafernalia y me preguntaba cómo había estado mi día; era mi madre. Cuando descubrió que sus intentos por animarme y sacarme una sonrisa perfecta no eran fructíferos, utilizó el arma que guardaba para estos casos y que, evidentemente, sabía que tendría grandes resultados, que se me olvidaría por completo ese cansador día. Recuerdo que intentó que todo sonara natural, como para que fuera más impactante, pero no tenía idea que resultaría serlo tanto. Íbamos ambos por el pasillo, cada uno a su propia pieza, y mientras caminábamos me dijo de espaldas –mi amiga, Angélica, me dijo que podía conseguirte un crédito FONDART para que tus cuentos estén todos dentro de tu propio libro; es que no sabes, le encantaron tus escritos, los encontró tan graciosos e irónicos-. Casi me desmayé, se los juro, fue una emoción tan enorme que en un arranque podría haber matado a mi madre y, de paso, me hubiera tirado del quinto piso que nunca he tenido.

¿Cómo llegaron mis escritos a manos de mi madre?. Mi egolatría y mi falta de dinero, en un intento desesperado por hacerle un buen regalo para el día de la madre, fueron las razones para que le llegara ese domingo en la mañana un compilado de mis creaciones impresos en hoja oficio y con tinta azul, porque se había acabado la negra. Quedó fascinada y me decía –vas a llegar muy lejos, yo lo sé-. Terminó la mañana y era hora de celebrar ese importante día en familia; la casa de mi abuela. Por supuesto, mi madre se lució, y de paso yo, mostrándole a todas mis tías y primos mis escritos. Igual fue bueno, porque tengo un tía que es profesora de Lenguaje y dijo que tenía algunos problemas con las comas y puntos, pero que en general la redacción era buena. Esa “crítica”, en general, me gustó mucho, porque fue bastante sincera. Pero la historia sigue.

Mis hojitas rascas en tinta azul dieron la vuelta al mundo, me da la impresión. Porque señora madre se las mostró a su círculo de amistades, entre ellos esta señora que quedó encantada con los escritos y que es algo así como “experta en proyectos” y podría presentar uno para mi libro. Me dijo que siguiera escribiendo y que, cuando tuviera un buen compilado de mis “cuentos”, le avisara. Me sentí tan feliz en esos minutos, era tan grande la emoción que la llamé inmediato para agradecerle la oportunidad y bla blá. No se imaginan lo importante que es esto para mí; es como cumplir uno de mis más anhelados sueños. Claro, tampoco me ilusiono mucho, debido a que para que este proyecto resulte tienen que haber muchas variables a mi favor, es por eso no quería contarle a nadie al principio. Pero bueno, ya lo hice y si resulta, seré la persona más feliz del mundo. Tengo fe y muchas ganas de escribir.

Mi percepción es que si tengo mi propio libro, sólo me quedará “plantar el árbol”, como me dijo hace unos meses mi profesora de Filosofía en nuestra primera clase con ella. Fue algo así como –Y a ti, Ivo, ¿qué te gustaría hacer más adelante?- Yo le respondí bien seguro
–quiero irme a vivir a Santiago, estudiar Periodismo y por último escribir mi propio libro-. Ella me respondió –¿y no querí plantar un árbol también?- Todos mis compañeros estallaron en una enorme carcajada, y yo nunca entendí el chiste... hasta ahora.
Pero hablando en serio, para mí es un gran paso, porque estoy consciente de que haber escrito un libro ya es una ayuda para encontrar trabajo más adelante, luego de haber terminado de estudiar. Pero no se trata sólo de eso; también significa realizarme como persona, sentirme seguro de que lo que estoy haciendo está bien. Además, si todo resultara como deseo, mi colegio se arrepentiría de haberme subestimado tanto. A mí no me ofrecieron participar como columnista de un diario regional, es decir, no pude postular a la oportunidad de escribir ahí, porque los encargados de eso en mi colegio no me avisaron. Conozco bien a los de mi colegio y sé que si llegara a suceder esto, estarían tan orgullosos y posiblemente hasta me querrían financiar con una parte, porque pucha que es rico llevarse los créditos. Pero ya sería tarde.

Mejor me dejo de ilusionar tanto, quizás resulte, quizás no, pero al menos ya está la oportunidad y voy a hacer lo posible por sacarle partido.-

Sunday, May 14, 2006

El drama.-


Debería estar haciendo un discurso para Lenguaje, pero no tengo ganas de nada; patético en verdad, debería estar lleno de ganas de hacer millones de cosas, tengo diecisiete años recién cumplidos, pero no; estoy cansado. Me da lo mismo, sé que en unos días más ya lo habré asumido, creo que deje de contar años al cumplir quince... y ahí me quedé. No tengo miedo de crecer, sino todo lo contrario, deseo que pase el tiempo y ser mayor de edad y bla blá, toda la parafernalia. El problema es que me demoro un poco en asumir esta realidad, la de responder “diecisiete” y no “quince” cuando me preguntan la edad. Y yo no voy a salir como el personaje víctima de la película, haciendo pucheros y lamentándome porque no tuve infancia, sería la mentira más grande que haya dicho. Viví a concho esos años y no lo niego.

No hay nuevas responsabilidades y tampoco debo alimentar al Hogar de Cristo o crear una fundación para niños con el pelo seco. Todo está igual, soy yo el que se hace problemas por una huevada como esta. Al fin y al cabo, todo sigue exactamente igual y no va a cambiar hasta que salga del colegio. Me estoy adelantando un poco y creo que lo seguiré haciendo.

No me las voy a dar de maduro ni nada por el estilo, pero estoy claro de que no soy un inmaduro. Estoy centrado en lo mío y eso me alegra. No he cambiado ni he adquirido dobles estándares, por eso es que me siento bien y hasta me río cuando veo a personas de mi edad que se pierden en medio de la nada y se llenan de mil contradicciones y depresiones creadas por ellos mismos. Es, un poco, alejarse de lo impuesto hoy en día, de las juventudes eternas que sólo son un trámite para, recién, empezar a vivir. Yo comencé a vivir hace rato y no he desviado mi camino, no he cambiado mis utopías y no he dejado de odiar a la televisión abierta y al diario Las Últimas Noticias. Quiero romper esquemas y cruzar límites. Discúlpenme si estoy sonando ególatra.

Para acabar con este temita de la edad, no se imaginan el alivio que siento al darme cuenta que no tengo ninguna semejanza con los personajes de una teleserie que vi algún día (“Diecisiete”). Con eso me basta y me sobra, al fin y al cabo, yo también fui fanático de las Spice girls y vi Dragon Ball Z, tuve el album de los A*teens y me compraba cartas Pokémon, así que estamos en igualdad de condiciones.-

Sunday, May 07, 2006

Críticas.-


Te despiertas con dolor de cabeza. No es temprano ni tarde, en verdad no es nada. Caminas hacia la cocina, con los pies descalzos y nada parece importarte. Sacas del refrigerador una caja de leche y bebes directamente de ella. Sientes nauseas, y caminas con estas hasta el baño. Te lavas los dientes, pero no te miras en el espejo. Te pones un buzo cualquiera, diseño noventero y sales a comprar pan al negocio de la esquina y pareciera que tu vida se queda dentro de tu habitación. Eres una criatura inerte que va a comprar pan para el desayuno con buzo y sandalias para levantarse. Entras al negocio y la señora que te atenderá, te mira con una particular expresión de lástima. Compras el pan y le pides que te guarde una “bolsita” de pan para la hora de once. Compras una cajetilla de cigarros y prendes uno de los que venían dentro de ella. Sabes que no hace bien fumar en la mañana, que no hace bien fumar, pero no le das mucha importancia, no ahora. Llegas a tu casa y tus ojos parecieran cerrarse con el viento frío de un invierno que parece interminable. Te haces un pan con mantequilla, no hay queso ni jamón; no te alcanzó, pero sí te alcanzó para una cajetilla de veinte. Terminas de comer y alimentas a tu kiltro negro, tu mejor amigo, el que te espera siempre, el que dejas entrar a la pieza y no te molesta su olor a “perro mojado”. Prendes la radio, suena Saiko e intenta penetrar en tu cerebro. No lo permites y de un salto te metes a la ducha, empapándote con agua fría, que parece cortarte la piel. Luego te vistes con una especial lentitud, que hipnotiza, pero no hipnotizas a nadie, porque estás solo y nadie puede ver esta gran función. Sales de tu casa, cierras la puerta con llave y te subes a una micro. La gente que va adentro te observa, pero la indiferencia, en este caso, funciona mejor. Miras la ciudad a través de la ventanilla. No está soleado el día, tampoco nublado parcial. Hoy está nublado, nublado sólo para ti. Te bajas cerca de un gran cerro y comienzas a subirlo. No miras la hora, porque no te importa. No sientes frío ni calor, no sientes nada. Hay unas escaleras de cemento que te llevan hacia la cima. No es un alto cerro, sería mejor llamarlo colina. Hay más gente allá arriba, mirando la ciudad. Llegas a la cima, estás cerca del cielo, casi puedes tocarlo, pero sabes muy bien que no es así. Quieres observar, pero sólo miras con poca atención todo lo que te rodea. Un desconocido te “pide la hora”; ni lo miras, porque no lo escuchaste. Él sólo se va. Y pasa lo inesperado; comienza a llover y, por esto mismo, decides bajar. Estás empapado, y allá abajo todos andan con paraguas, Todos estaban preparados, todos sabían que llovería. Tú no estabas enterado. Esbozas una sonrisa y comienzas a caminar, mientras el agua que cae te sigue mojando.-

Friday, April 28, 2006

Depresión post-Santiago.-


Nunca me pregunté que consecuencias podría traer un simple viaje a Santiago –la capital -. El viaje había sido planeado hace meses atrás con la intención de ir a ver a unas rusas intento de lesbianas que venían a Chile a mostrar su música basura que me agrada. Luego de que cambiaron la fecha del concierto, por segunda vez, se decidió no ir a verlas y sólo hacer el viaje a Santiago. Sinceramente, para mí el famoso concierto era sólo un pretexto para ir a la ciudad del smog. Y todo bien; partí el pasado jueves junto con una amiga en un bus semi-cama, de esos en los que ponen alarma a las almohadas y frazadas para que no se las roben. Fui más que feliz allá esos días; conocí el famoso Club Miel y bailé Jennifer Lopez con una lesbiana de 2x2, me gaste $40.000 en comida, metro, un disco de Saiko, unas zapatillas baratas para que me alcanzara para comprarme un dvd de Björk (que, obvio, también compré). Saqué millones de fotos con una cámara para nada mía y colorín colorado. La despedida; 30º de calor dentro del bus, 12:30 del día y yo enfrentando un estas temperaturas no aptas para mi cuerpo de climas templados. Al día siguiente tenía muchas pruebas, para las que no estudié porque el bus hizo escala en todos los pueblos que habían entre Santiago y La Serena. Para qué decir cómo me sentí al llegar acá. Quería devolverme a toda costa, vivir unos días más en medio de eso que tanto me gusta. Pero se acabó y duró poco.

No me basta con sólo saber que me quedan menos de dos años acá. Es que lo único que me liga a esta ciudad son las personas, pocas por lo demás. Me da miedo pensar en el día en que parta y descubrir que en verdad no me gusta Santiago y que sólo era un capricho; pensar que mi mentalidad ya es la de un provinciano que desea morir escribiendo poemas frente al mar y que va a Santiago sólo a hacerse exámenes a la próstata. En el fondo, he vivido aquí toda mi vida y quizás me acostumbré a que el tiempo no pase y que todo vaya lento y pausado. Habrá que dejarle al tiempo todos estos asuntos que rebanan mi cerebro que, de vez en cuando, intenta trabajar.-

Friday, April 14, 2006

Sobre el conejo y los huevos de chocolate.-


Viernes santo. No se imaginan la emoción que esto me produce. Fue una semana increíble y muy agradable por lo demás. El martes me levanté levemente resfriado y partí al colegio. A las 14:30 me escapé, tomé un taxi y me vine a acostar por una terrible fiebre que me aquejaba. Llamé a mi madre al trabajo para que avisara al colegio sobre el motivo de mi fuga. Horas más tarde, mi estado era de alumno condicional y casi me suspenden por haberme fugado. Si mi madre no hubiese llamado al colegio para avisar sobre mi fuga, lo más probable es que ni se hubieran percatado de mi ausencia. Creo que ser honesto en estos tiempos es equivalente a ser huevón.

Hasta hoy sigo sin poder asomar la nariz ni al antejardín, semi-invalido por una inyección de penicilina mal puesta (no se imaginan lo humillante que fue; mi madre y mi pseudo-tía enfermera comentando sobre la forma de mi trasero) y saliendo de esta amigdalitis. Ah, y claro, ya debo cuatro pruebas que tendré que rendir todas juntas el lunes más las que estaban fijadas para la próxima semana. Si un conejo regordete viene a dejarme huevitos de chocolate, les juro que le corto la cabeza y dono su cadáver al moderno y tecnológico laboratorio de mi colegio (...), sólo para desquitarme por esta hermosa semana.

Típico, viernes santo y nadie hace ruido; sería una falta de respeto. Prendemos el televisor y nos encontramos con un Jesús alto, nariz respingada, pelo liso head&shoulders, ojos de color y con músculos hasta en las uñas. En todos los canales dan las mismas películas, sólo que interpretadas por diferentes personajes de dudosa categoría y supuestamente conocidos mundialmente, ganadores de cien premios Oscar. ¿Y qué se come? Mariscos, jamás carnes rojas, y terminan por arrasar con los pocos “locos” que van quedando en la tierra y que, por lo demás, venden de contrabando. El vendedor nos jura que por ningún motivo se van a achicar estos mariscos, que van a quedar del mismo porte después de haber sido cocinados. Terminamos comiendo piedras que no alcanzan el milímetro de tamaño y que hace dos horas atrás pesaban un kilo.

Para mí, todas las semanas santas eran iguales, pero me agradaba esa monotonía . Mi padre arrendaba películas por millón y me evitaba tener que ver esas películas bíblicas con escenarios de fondo mal pintados. No se salía de la casa y tampoco se comía carne, pero más que nada por seguir las tradiciones. De cualquier forma, no eran días tediosos en los que tuviéramos que ponernos a conversar sobre dios. Mis padres me inculcaron valores, pero no religión. Claro, éramos una familia católica, pero no íbamos a la iglesia ni teníamos una Biblia de adorno en living de la casa. Me enseñaron las oraciones típicas y mi mamá bendecía la mesa los domingos antes de comer. No me obligaron a hacer primera comunión ni esas excentricidades (para la familia, en general). Por lo mismo, con mi hermano, sólo fuímos bautizados católicos y de nacimiento. Luego cada quien tomó sus propios rumbos en ese ámbito. En ese aspecto no soy nada, mi hermano es denominado “canuto” y se bautizó por su nueva religión. Yo agradezco esto; ellos sabían que ya no tenía fe en ese ser divino, pero de todas maneras me escondían huevitos de chocolate durante la madrugada. Me despertaba muy temprano para buscarlos y encontrar hasta en la lavadora. Luego me perdía por todo el día y no se enojaban conmigo; la decisión de pasar ese feriado junto a ellos era mía. Claro, nunca regresaba y me quedaba el día entero en la casa de una amiga viendo más películas cómicas y cuando se oscurecía, regresaba a mi casa, me comía un par de huevos y me acostaba a dormir. Si las cosas siguieran siendo iguales, no lo niego, pasaría el domingo junto a ellos.

Coman hartos huevitos de chocolate. Les harán muy bien para la salud.-

Friday, March 31, 2006

Inercia, entre otros.-


“Futurofóbia”. No puede sonar peor y me da cierto pudor usar una palabra así. Algún imbécil tuvo la ingeniosa idea de juntar dos palabras que dieron como resultado esta rareza sin mucho sentido, por lo demás. Eso es lo de menos, la ultilizaré ésta vez. Lo pensé dos veces, antes de escribirla, pero sí, sufro de esta nueva enfermedad. Me da pánico el futuro, así de simple. Me gustaría aprender a disfrutar más el presente, que vivir destruyendo mis neuronas mientras pienso en el futuro y fumo como condenado. No puedo estar más de cinco minutos sin pensar en lo que haré mañana, lo que será de mi vida en los próximos cuarenta años o si en tres días más mis padres seguirán vivos.

Pero eso es lo menos preocupante del asunto. Lo peor es que me aterra pensar en mi vida no-escolar-sí-universitaria. Quedan dos años y , claro, ya tengo visto lo que deseo estudiar. Hasta se ilumina el cielo cuando lo digo: P E R I O D I S M O. Se me viene todo abajo; carrera más que mirada en menos y que a mí me encantaría seguir. Pero, ¿qué se puede esperar, si cuando le digo esto a mi profesor jefe, él me responde que las carreras humanistas no sirven para nada?.Obvio, es un garrafal error y una ignorancia que se puede palpar, pero de todas maneras igual, en conjunto con otras cosas, me desaniman. De qué me sirve estar en un colegio de la elite en educación, con los mejores puntajes PSU (tiembla Ivo, tiembla), con profesores que por poco me hacen meterme bajo el escritorio para permitirme ir al baño (sólo exagero, por favor créanme), si habiendo terminado con todo esto, llegaré a una ciudad nueva y seré “Carmelo”, el huasito, el niño de provincia, el que vive en una pensión y se gasta su dinero en cocaina y como no le queda dinero, vive de leche en polvo y pan. Estas son las cosas que suelo imaginarme. Historias ridículas que no me ayudan mucho, historias dignas de ser escritas y que se podrían lanzar al mercado.

Me tengo confianza... no, mentira. Pero sí un poco de fe, y creo que puedo cumplir mis metas, o al menos lograr una de las mil cosas que deseo para mi futuro, hermoso futuro. Mi ambición me hace pensar en un alto edificio en Santiago, con un gran balcón, con empleadas, con una sección periodística en la nueva revista que los jóvenes modernos y del mundo urbano leen para seguir las nuevas modas. Hasta ahí todo bien, pero ya puedo ver mis 300 puntos en la PSU, mejor dicho en la de Matemáticas. Ya llevo en mi agenda escolar dos notas rojas, que rozan el burdeo (una lo es) y que por extrañas coincidencias de la vida están en el ramo de Matemáticas. Siempre lo digo : -odio los números-. No tengo uno de la buena suerte.

Se verá, se verá. Me intento tranquilizar un poco y vivir a concho todo esto. ¿Qué es esto?, pues una vida común, como cualquier otra, en la que no suelen suceder hechos increíbles, en la que no hay hadas madrinas, ni amores eternos, ni bodas de oro, ni conjuros mágicos, ni depresiones y estados anímicos bipolares. Mi vida es así, normal, divertida y aburrida a la vez y no puedo negar que soy feliz, pero podría serlo aún más habiendo cumplido mis metas. Creo que es eso lo que todos desean.

Se necesita un poco de todo para surgir, para llegar lejos. Quizás también se necesita ser buena persona. Pensando en esto, retrocedo un poco. Recuerdo muy bien un día en que estaba en el colegio, como en Séptimo básico. Tenía un compañero que era un chico rudo, de esos que se muestran ante todos como el macho. En un momento se me acercó y me dijo algo como – Nadie te pesca -. Nació rapidamente dentro de mí una rabia que no pude controlar y le dije sin pensarlo dos veces – y a ti no te pesca ni tu mamá -. Sentí mis labios moverse como para gestar una sonrisa irónica y lo miré directo a los ojos. Yo estaba conciente de los problemas familiares que él tenía y como era su madre con él, pero no me importó decirle eso, lo hice con mala intención y disfruté el momento. Se puso a llorar; todos mis compañeros se le acercaban a consolarlo y él no quería hablar. Nunca le dijo a nadie lo que había sucedido. Yo tampoco. Y ahí empezó todo; un largo historial que no se puede borrar, de bromas pesadas y comentarios sarcásticos. A veces los hago por inercia, de hecho la mayoría de las veces. No me creo una mala persona, para nada. Tengo valores y supongo que deben ser buenos y me servirán, pero peco de ser “desubicado”, como se dice ahora y creo que también se necesitan dedos de frente para continuar.

Nah, si yo también soy medio frágil y más que sensible. Son hartas las veces en que he necesitado de empujones para seguir caminando. Defecto o virtud, están ahí y espero que algún día me sirvan. Si no resulta así, debe existir alguna manera de eliminar ciertos caracteres que puedan sobrar.-

Saturday, March 25, 2006

Bendita juguera




El sábado pasado me desperté temprano (no exageremos, fue a las ocho de la mañana). Miré el computador y no me animé a prenderlo (eran las ocho, insisto). Opté por prender el televisor; Red televisión (yo no cuento con un completo y variado sistema de televisión por cable), “Antena 3 directo” mostrando sus increíbles productos de última moda. Al ver esto, inmediatamente me acordé del super hiper diper “Rotato” (o algo así) que compró mi madre vía Fonocompra, creo. Era una especie de triturador de todas las frutas y verduras habidas por haber y que además traía un cortador Juliana y no sé qué más; nunca funcionó. Bueno, el asunto es que me quedé hipnotizado por el bello “Magic Bully”, una juguera de no más de 20 centímetros que hacia de todo y le cambiaba la vida a los sobreactuados que participaban del panel. Recuerdo un fluído diálogo que se entabló en el fraude-programa:

Mujer: -¿tienes hambre?-
Hombre: -¡Oh, sí! Tengo mucho hambre
Mujer: -¿mucho mucho hambre?-
Hombre: -Sí, mucho mucho hambre-
Mujer: -entonces, para el hambre y tu resaca te prepararé un delicioso batido de frutas. ¡Recuerda que Magic Bully también se combierte en un colorido vaso para beber con tus amigos!



Me pareció simpático el programilla, una de las mejores estafas que he visto y me encantó. Sentí deseos de llamar a la empresa y pedir inmediatamente un “Magic Bully” para poder preparar mis deliciosos batidos y ,además, poder hacer un sabroso jugo de sandia y en él meter a escondidas betarragas y zanahorias y los niños no se darían ni cuenta. Olvidé por un momento que no tengo hijos. Y así seguí, pegado al programa, casi sin pestañar. Pero luego vino lo malo... ¿qué pasaría si termino de estudiar Periodismo o Literatura y no encuentro trabajo?. Claro, no vamos a decir que Periodismo es una carrera con mucho campo hoy en día. Me imaginé a mí dentro del estudio de Magic Bully, haciendo jugos naturales y pastas para comer burritos, mostrando una vida perfecta gracias a una juguera ínfima que me hace muy muy feliz. Pero terminando el programa, me ví subiendo a la oficina del jefe, que me daba una mugre de sueldo y con él nisiquiera podía comprar la famosa juguera, que de todos modos no me servía de nada, porque en mi refrigerador no habían ni cáscaras de limón. Sí, piénsenlo no más, soy paranóico, pero esta vez fue por culpa de una juguera.

Es que yo pienso que los medios de comunicación masivos no son tan malos después de todo. O sea, toda la pseudo-historia que me imaginé me pone nervioso a tal punto que desde ese día empecé a hacer mucho mejor todos mis trabajos y a estudiar más, para destacarme en lo que me mueva, pero destacarme. La juguera igual me hizo reflexionar harto sobre las cosas y ahora me siento mejor. Podría ser muy conformista de mi parte el agradecer al “particular” (por decirlo menos) medio de comunicación que me hizo entrar en cuestionamientos, pero es la verdad y es lo que tenemos para ponernos los dos dedos de frente y bajar de la luna un rato; cuestión de cada quien si lo toma o lo deja. Yo intenté tomarlo y no tuvo tan malos resultados.

Quizás debo relajarme un poco, total, me quedan aún dos años para entrar en decisiones, aunque es mejor empezar a prepararme. No me exijan tanto, no soy más que un puber creyendo pensar en lo que le depara el futuro.-

Friday, March 24, 2006

Minúsculo.-


¡Ah, no!. Ni yo me la creo. Otro blog más por escribirse. Tercer intento, pero les juro que no el último. Las ganas me duran harto poco, pero bueno, ahí se verá. Y nuevamente: ¿cómo empezar?. Estas huevaditas deberían traer un manual de usuario. No me molestaría en comprar un librito que me dijiera –en su primer escrito, refiérase a...- . Mejor no me voy por las ramas que, obvio, me encantaría presentarles más adelante. Pero empecemos por el tronco, aunque de tronco no tenga NADA.



Sí, soy bueno para recordar situaciones. Tengo la manía de acordarme siempre de los hechos que me han marcado. Bueno, no necesariamente marcado, pero para ser bien sincero, soy como vulnerable y hasta los detalles me pueden marcar un poco. Un ejemplo, son todos los sábados de mi vida, todos; siempre con un encanto especial, con un olor que parece impregnarse aún en mi ropa. Qué huevada más loca esto de acordarme de cosas media banales. Recuerdo un sábado en especial, no hace mucho, estarémos hablando de menos de un año, porque era invierno. Hacía harto frío, pero un frío hecho como para tomárte un café que te hierviera la garganta. En mi casa, mi amiga y yo nos metimos en la cocina a eso de las nueve de la noche e hicimos fideos; mientras se cocían, nos resguardamos en el “lavadero” (un intento de ampliación de casa) y nos pusimos a fumar, echando de vez en cuando las cenizas en la batea. Habiendo terminado, servimos los fideos y les echamos mantequilla en cantidades industriales. Era comer y comer, pelambre y pelambre y reírnos de tonteras. Sólo era eso, nada más. Y es uno de los sábados de los que más suelo acordarme. Esas son las situaciones que me hacen feliz; entre más sencillas y espontáneas, mucho mejor. Y pensar que en algún momento lo material me llenaba hasta el alma... en todo caso, no pretendo entrar en reflexiones, mejor prendan el televisor y vean el comentario religioso en Canal 13, que no sé quién mierda lo conduce.-

Tuesday, January 03, 2006

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