Monday, January 28, 2013

Efecto C


¿Qué tienes tú que no tenga él? Esa sensibilidad disfrazada de indiferencia que te hace apreciar en secreto hasta la más mínima expresión humana. La capacidad de hacerme sentir como el loco más loco, pero a la vez como el más amado y enamorado en todo el planeta tierra. El hábito de besarme siempre antes de dormir y luego sólo apoyar la cabeza sobre la almohada y cerrar los ojos, casi como si yo no estuviera a tu lado; en otras palabras, la exquisita impredictibilidad e indiferencia en cada uno de tus actos. Esa personalidad indómita que se sumerge en las aguas más cálidas de la osadía adolescente. El pequeño abismo existente en los discursos que intentas tildar de consecuentes y que sólo yo puedo descubrir en su absoluta verdad.  Tus ojos tristes que con una sola mirada hacen de mí un ser afortunado. Tus cigarros de medianoche acompañados siempre de grisáceas melodías de Radiohead. Las largas horas de composición musical: tú sobre el piano endulzando nuestras tardes y esa maravillosa expresión de ausencia y desconexión total de la realidad. Tus manos tocando mi cuerpo, haciéndolo infinito, etéreo y completamente tuyo. La niebla desapareciendo con tus abrazos huracanados. Me tienes a mí en la profunda intimidad de nuestro pequeño mundo construido a partir de la más enternecedora cotidianeidad. El poder hacer de la noche un nuevo lenguaje en el que tú y yo somos las palabras.

Tú todo lo tienes.-

Parrafito


Son más de las tres de la mañana y hace poco menos de una hora me tomé media pastilla para dormir; es que poder conciliar el sueño en estos tiempos es súper difícil. Lo que acabo de escribir suena como de vieja culiá. Y lo que acabo de escribir ahora es sumamente grosero y debo dejar de ser grosero. La cuestión en todo caso no es escribir sobre divagaciones absurdas de un tontón sin mucho que hacer en vacaciones, sino que es dejar un registro sobre lo que estoy sintiendo justo ahora. Pasa que soy un imbécil dependiente emocional y no dejó de pensar en la misma persona de siempre, el mismo de toda la vida. Todo se terminó hace un buen rato ya y ando como huevón pensando en él cada minuto de mi existencia. A veces pasa una semana sin tener contacto alguno y de pronto me descubro con el celular en mano, con su número telefónico en pantalla y con el pulgar a un milímetro de presionar el “Ok”. El problema es que sí, me descubro haciendo eso y –aún así- presiono el puto botón y lo estoy llamando sin saber siquiera qué mierda decirle. Entonces contesta con su eterno timbre de voz de “este mundo es tan aburrido” y sus palabras precisas y cortantes que desde un comienzo me enamoraron. Me dan ganas de llorar o de cortar el teléfono. Finalmente me decido por ninguna de las anteriores y comienzo a estirar la conversación queriendo en vano volver a sentirlo mío. Ese es el momento más patético de mi día, cuando quiero recuperarlo sabiendo que hace rato ya nada funciona.  Lo peor es que recién me dieron unas ganas tremendas de escribir “Te necesito” aquí, albergando la esperanza de que en una de sus tardes libres llegue a este rincón, lo lea y venga a mí a besarme cuatrocientas mil veces. ¿Qué onda? Tengo 23 años y dependo de ti horriblemente.