Friday, January 18, 2008

Archivo (mayo 2006): Contrapunto madre v/s hijo.-

Llego de trabajo; me espera un llamado telefónico donde se me invita a escribir en el periódico cultural El Papiro. Nunca pensé en hacerlo, aunque años atrás debuté en el género anécdota y poesía. Tengo como misión, los informes sociales, la investigación social y todas las tares propias de mi profesión. Se propone como tema... la juventud. Pienso que viví esa etapa y ahora la enfrento desde la perspectiva de madre... ¿por qué no?. Hay que estar dispuesta a responder desafíos y busco en el “disco duro” ¿de qué escribir?... Llegan las ideas y selecciono una... además pienso: si soy una progenitora muy leona, ¿por qué no incluir al hijo menor?. Lo sugiero y el responde con entusiasmo. Haremos un contrapuesto.

Desde que Ivo llegó a la edad adolescente, siempre analizaba y protestaba en voz alta ¿por qué los jóvenes no participan? No se involucran en los temas sociales... no se interesan por el acontecer diario, los debates motivadores y estimulantes y exclamaba ¡Son híbridos! ¡no tienen gusto a nada! ¡son personas sin interés de participar!, etc.

De repente, las circunstancias me hacen aterrizar. El bebe que hace diecisiete años tuve en mi regazo, vestido de rojo (como lo vi en un sueño) me comunica que participaría en “la toma del colegio” ¡plop!. Pasan por mi mente rápidamente muchas imágenes. Lo veo en mis brazos cuando lo mudaba y acunaba, luego de sacarle los “flatitos”. Es vívido el recuerdo del aroma a colonia mezclada con vómitos producto del reflujo recurrente durante sus primeros meses de vida. Lo imagino cuando regresó del jardín Infantil, también recuerdo el día en que le extrajeron el diente supernumerario en el Servicio Médico Dental y después cumplimos con la receta indicada por la Doctora: tomar un helado, y siento un vacío en el estómago, los pensamientos se agolpan... ¿qué contesto? ¿qué digo?... y pienso en lo crítica que he sido y “haciendo de tripas corazón” digo bueno, ¡pero cuídese! ¡no se exponga!. Siento la boca seca y la garganta apretada. Necesito que alguien reafirme mi decisión y me contacto con “una amiga sabia”... Ahora estoy tranquila... relativamente. El celular, modernidad a la que me he resistido, me hará sentir más seguridad.

Esta experiencia me ha hecho crecer como madre... mi pequeñuelo ya es un hombre.










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Hace unos días, se me acercó mi madre con una sonrisa de oreja a oreja que me aterrorizó. ¿En qué anda mamá ahora? ¿se consiguió un puesto para ir a hacer informes sociales a la NASA? ¿acaso quedó en el casting de un nuevo “Reality show” y tendrá que irse por tres meses al país del Nunca Jamás?. No, nada de eso. Me explica feliz que le dieron la posibilidad para escribir en un periódico, El Papiro, y que también podré participar. Se me iluminó la cara y casi la tiré por la ventana de pura emoción. Sí, me encanta escribir y una oportunidad como esta no se desaprovecha. Es que en esto de las letras salí a mi madre, y en asunto de números... también.

La juventud; tema más que platicado y discutido en el último mes. Formo parte de esta generación de jóvenes insípidos que parecen salir de un cóctel para diabéticos e hipertensos. Claro, últimamente han mostrado más interés en lo que respecta al acontecer nacional. Definitivamente nuestros ideales están cambiando mucho y eso, sin duda, es bastante bueno. Ya era hora de que empezáramos a crear una verdadera conciencia, de que lucháramos por algo, de que quisiéramos romper esquemas y alcanzar metas; esa es la única manera que existe para poder sacarnos de encima ese desagradable título: “los de la generación perdida”, como diría mi profesor de lenguaje –esa generación que no está “ni ahí” con absolutamente todo.

Si somos seres humanos, debemos estar en constante evolución y no quedarnos estancados. ¡Hace millones de años que dejamos de ser simples Australopitecus!. En la actualidad se debe tener la capacidad de opinar, entablar conversaciones con quien sea y no sólo responder con humildes monosílabos. Desde mi punto de vista, un joven sin opinión aporta nada. Tampoco se trata de convertirse en un pedante “opinologo”, pero al menos poder entregar nuestro punto de vista respecto a temas que sean de nuestro interés.

Reconozco que la idea de participar en las marchas estudiantiles en un comienzo me atemorizó un poco. No me imaginaba gritando por las calles, con pancartas en mano y arrancando de la fuerza pública. Peor aún fue cuando se habló de tomas de colegio. Pero lo pensé bien y si es por un bien común, era mi obligación participar. Además, esta era otra manera de manifestar mis ideales. Mi mamá se asustó un poco, pero ella bien sabe que tampoco iría a hacer destrozos o a tirar bombas lacrimógenas.

Estas manifestaciones, a pesar de que no consiguieron los resultados esperados, sirvieron para demostrar que en nuestro país los jóvenes estamos recuperando ese espíritu luchador que había quedado en el pasado. Ahora el deseo de participar no está exento, lo que comienza a construir la nueva idiosincrasia de los jóvenes. Ya era hora de un cambio.-