Wednesday, December 27, 2006

Una canción más en el soundtrack.-


Llegando de una larga caminata, me lancé sobre el computador para escribir las palabras que pasan juntas y desordenadas en mi cabeza. Los dedos se me enredan un poco, y el reloj adelantado de windows me dice que son las cuatro de la mañana. No le creo.

El tiempo vuela, y recién me doy cuenta que mi calendario está atrasado. Aún me siento como en noviembre, y todavía no entiendo bien cómo es eso de pasar a cuarto medio. Me asusto. Ver como todos meten los recuerdos en maletas para revisarlos tranquilamente en algún lugar seguro. Eso también lo hago yo; el recuento del año, el analizar cada pista musical de sólo un pedazo del soundtrack de mi vida.

Aquí hay polvo y telarañas, entre medio de cuadernos fuera de la órbita escolar y tapas rayadas con corazones y nombres que no se olvidan. Carpetas aquí y allá, con una gran cantidad de rojos en matemáticas y ensayos de PSU jamás terminados. Entre tanto documentos están mis poemas mentales que no sirven ni para trancar la puerta, pero que –en algún momento- me parecían hermosos. No es fácil para nadie recoger toda la infornografía derramada en los sitios por los que se caminó. Es algo así como un puzzle de mil piezas, de las que sólo encontramos cuarenta. ¿Dónde pongo ese ramito de palabras lindas? ¿Dónde están las cartas de (des)amor que estaban bajo la cama? ¿Dónde quedaron mis paños de lágrimas y las risas desconfiadas?

Di un giro (otro más), y abandoné a hartas personas y cosas. Sería feo decir “chao, año de mierda” o maldecir a quienes no siempre me entendieron; parecido a que te inviten a comer, y no des las gracias o no te insinúes a llevar la ensalada de tomate con lechuga. Uno va creciendo –creo yo y las enciclopedia gigantes de biología- y adquiriendo pequeñas herramienta que reforman a la esencia mutable. No retrocederé para recoger las plumas que boté por orden del tiempo, el mismo que luego me regala unas nuevas.

Aquí voy a esperar el nuevo año, contando los dólares que llevaré a mi gira de estudio e intentando hacer algo con mi pelo teñido azul, que se ve verde y que comienza a ponerse rubio. Estas fechas son tristes, pero sirven tanto para dejar atrás los rencores que se arrastraron durante el año. En vez de pagar un psicólogo o una sesión de yoga, espero hasta el último día del año. Este treintaiuno, tendré mi pendrive cargado con música bien bonita, para ver la función de fuegos artificiales que nunca les resulta allá en la playa con mis veinte canciones favoritas. Me voy a reír harto.-

Sunday, December 24, 2006

Vísperas con Bliss.-


Hoy almorcé arroz con palta y tomate. Tengo un pijama de oso puesto. No le he comprado regalos a absolutamente nadie. Mi papá hace un año exacto que no vive aquí. Mi mamá está durmiendo porque tomamos “cooler” juntos a la hora de almuerzo y le produjo sueño. Mi hermano anda vendiendo los panes de pascua que él mismo hizo. Mi árbol de pascua -que tiene de vida útil casi mi edad- sin guirnaldas ni estrellas ni vuelitos brillantes; sólo unos cuantos adornos. Bajo el árbol, cuatro regalos: uno es para mí y lo manda mi padre... cremas para afeitar y “after shave”.

Lo de hoy en la noche: ir a la casa de la familia de mi mamá y pasar un buen rato. Claro, algunas criticas recibiré por el teñido rasca que me hice en el pelo, pero no me importa; a mí me gusta. Y sí, hoy es una Navidad diferente a las de los otros años; el árbol de pascua no se está cayendo por el peso de los adornos y bajo él no hay enormes cajas forradas en papel dorado. Tampoco me duché a las ocho de la mañana para ir a comprar regalos a algún centro comercial barato. Estoy sentado frente al computador, fumando un cigarro imaginario y escuchando una canción de Tori Amos llamada Bliss.

Por alguna razón siento que estas vísperas navideñas han sido las mejores de toda mi vida.
Les deseo una muy feliz Navidad a todos.

Saturday, December 23, 2006

“El final (des)esperado” / Cortémonos las venas


Aquí dentro es todo como bien metafórico. No sé si me entiendes, pero siento la necesidad de hablarte de una manera más compleja, aunque yo sé que tú me entenderías igual. Es algo bien extraño y me da vergüenza decírtelo, pero también me gusta, porque suena bonito. Cuando te veo se me sale el corazón por la boca, él se acelera, como si quisiera escapar. Él me contó un día que eso era normal y que se había enamorado de ti. Yo lo entiendo, al fin y al cabo es mi corazón el que dice estas cosas. ¿Qué más quieres que te diga?, yo he sufrido por amor, eso te lo aseguro. Muchas veces he llorado porque no me he enamorado de la persona correcta. Dicen que no hay amor si no se sufre, por lo mismo nunca he cuestionado la honestidad de mis sentimientos, ni la de los sentimientos de los demás. No soy capaz de juzgar a nadie, esa es la verdad, y menos a ti.

Dime; ¿a veces no te dan ganas de abrazarme muy fuerte y quedarte así muchas horas seguidas?. A mí sí me dan ganas, pero siempre me pregunto si tú de verdad disfrutarías algo así. ¿Sabes? no me molestaría desperdiciar un abrazo en caso de que no te llegase a gustar, y no haría falta que me lo devolvieras. Quiero entregar(te) amor, invitarte a mi casa y cocinarte fideos; no siempre me quedan muy bien, pero con salsa quedarían más ricos y nos reiríamos juntos. Y si no me crees aún con todo lo que te he dicho, ven y dame un beso; sé que con eso será más que suficiente.

Me da un poco de risa; yo me imagino los finales de las películas románticas, pero con ambos como protagonistas. Tú llegas y bebes del veneno de mi boca. Tú me cobijas antes de hundirme en el agua congelada. Tú estás allá arriba cuando yo quiero escalar la gran torre sólo para verte a ti. ¿Te das cuenta?, parece como si me estuviera volviendo loco de amor por ti.

No tienes idea de cuántas horas al día utilizo pensando en ti, en tu voz y en tus palabras dulces. A veces pongo mis discos de Alanis Morissette para sentirme más a gusto en este lugar tan frío y oscuro, pero no siempre me sirven. Yo te necesito a ti. A ti y a tus besos. No estoy dispuesto a aprender a vivir sin ti, a asumir este frío intenso dentro de mí o vivir siempre en esta oscuridad. Cada vez que pienso en ti es una esperanza más, un grano de arena que acrecienta mis enormes playas de fe y esperanza. Y óyeme, soy optimista y te voy a esperar aquí sentado, llueva o truene, yo voy a estar aquí esperando a que golpees esa puerta y me abraces hasta hacerme sentir lleno. Aquí voy a estar toda la eternidad si es necesario y nadie, absolutamente nadie, me va a mover de aquí. Sé que vas a llegar, sólo debo tener paciencia y esperar(te).-

Thursday, December 21, 2006

Podría ser más simple.-


¿Qué podría ser un día cualquiera para mí?. No precisamente acostarme a oír programas radiales de la Patty Maldonado y la Raquel Argandoña. Podría ser fuera o dentro de casa, dependiendo el clima que haya, y claro, también de las personas que levanten el auricular de su teléfono y me digan “¿qué vai a hacer hoy?”.

Pienso que -de vez en cuando- es rico quedarse metido en la casa tomando café y viendo alguna película pirata o Sábado Gigante, mientras pienso en cuántos pelos hay en mi cabeza. No soy mucho de quedarme encerrado y sin fumar, pero están esos días para reflexionar y deprimirse comiendo como vaca. Lo más gracioso es que, a veces, deprimirse enclaustrado y devorando todo lo que pillo a mi paso me resulta bastante entretenido y productivo. Se disfruta en invierno ver a través de la ventana como la neblina consume todo y la luna comienza a bajar tipo cinco de la tarde. Y también eso de ducharse y ponerse ropa linda, para terminar deseando que nadie llame por teléfono para hacer una invitación (a las que casi nunca puedo decir que no), porque prefiero meterme en la cama con cincuenta kilos de frazadas y otros cincuenta de grasa interna. También están las bandas sonoras de películas, que deprimen más que un capítulo de Abigaíl o Esmeralda.

Es extraño, pero a veces me siento un Amelie cualquiera, aunque ni tanto. Eso de las “mañas” me resulta tan fascinante y llamativo. Perder el tiempo en prepararme para hacer algo que -finalmente- nunca haré, puede ser realmente un panorama. Ahí está el punto, en lo sencillo que podría resultar la vida en ocasiones. Uno busca la felicidad en esas cosas que brillan y que cuestan más de mil pesos, y que terminan botadas en el patio de atrás. No soy quien para mandarme un discurso de lo genial que puede resultar la vida con cosas pequeñas, porque siempre he sido bien materialista-consumista, pero creo que en algunos momentos no está de más darse un gusto con las huevadas más sencillas que están frente a nosotros. No nos va a cambiar el mundo mirar la lluvia mientras tomamos café Líder o hacemos cisnes de algodón, pero sí implica un momento diferente, entretenido y económico.

Siendo bien sincero, jamás dejaría las cosas materiales de lado para ir a vivir al bosque, mientras cazo moscas y me peino la barba de tres metros, pero como escribí recién, los lujos no siempre van en lo material.

Es un hecho, no sé bien cual es el objetivo de este escrito, que es más típico que zapatilla Converse; yo lo llamaría una reflexión repetida, pero real.