El joven que vestía de negro
paseaba por las antiguas avenidas de su ciudad, pero jamás de día. Llevaba el
cabello corto y su rostro sin afeitar. Con sus ojos podía expresar desprecio y
lujuria a la vez, y su halo de misterio iluminaba cualquier lugar o persona, como
queriendo guiar el camino de su presa directo a la trampa mortal.
Me tomó por sorpresa esa extraña
energía que irradiaba, tan oscura como el petróleo. La intensidad de su mirada
sobre mis ojos produjo un efecto impredecible, transformándome en una marioneta, en su nuevo
títere o juguete, obligándome a desearlo pronto desnudo entre sábanas
desconocidas. Lo quería para mí sin conocerlo, sin saber nada de él.
Primero bebí de su copa mientras
lo escuchaba hablar, intentando desesperadamente descifrar cada uno de sus
mensajes. Esas palabras que lanzaba al aire con ligereza se deslizaron hasta mi
cabeza. Bailaban sus relatos, elevándose hasta el cielo y regresando con fuerza
hacia mi memoria. Su voz sonaba gruesa y profunda, como si hablara desde el
fondo de un pantano infinito. Fue hipnosis.
Desperté solo y nunca más lo vi. Su
mordida no dejó marca alguna, sólo un deseo silencioso y permanente de ser suyo
para toda la vida.-